De mercaderes a científicos: el verdadero milagro del Carvativir
A punto de cumplirse un año desde que la Covid-19 fuera declarada una pandemia, que hoy suma más de cien millones de personas diagnosticadas y dos millones de fallecidas, laboratorios y científicos de todo el mundo siguen abocados a su estudio y a la manufactura de la vacuna. A la par de ese éxito de la biotecnología en tan corto tiempo, se ha iniciado una lucha sorda entre las naciones para obtener preeminencia en el acceso a la nueva ola de medicamentos que un puñado de empresas producen y distribuyen, todavía de manera insuficiente.
Los funcionarios del gobierno venezolano, a la zaga de los líderes globales inevitablemente, pues carecen del peso político o económico para inclinar esa lucha internacional en su favor o siquiera para hacer parte de ella, se dicen a la espera de opciones que ofrecen sus aliados: las prometidas diez millones de dosis de la vacuna rusa Sputnik V, o desarrollos alternativos desde Cuba e Irán. El acceso a vacunas de laboratorios occidentales, como AstraZeneca o Janssen (Johnson & Johnson), aparece bloqueado y no necesariamente por efecto de las sanciones financieras internacionales impuestas sobre el régimen de Caracas o de la batalla de colosos que se libra por su distribución: el impago de una deuda dejó al gobierno de Nicolás Maduro por fuera del mecanismo de distribución de vacunas de la Organización Panamericana de la Salud (OPS), llamado Covax.
En medio de esa incertidumbre, hace una semana el propio Maduro quiso celebrar un logro: aseguró que cuenta con la piedra, o mejor dicho, la gota filosofal que acabaría con el coronavirus, descubierta y provista por un laboratorio local.
Sobre su escritorio, en la transmisión televisiva, el líder chavista tenía dos frascos y un delgado libro amarillo. “Ya hoy, habiéndose establecido la patente nacional e internacional, habiendo recibido el permiso sanitario oficial del país, puedo presentar la medicina que neutraliza el 100% del coronavirus: el Carvativir, mejor conocido como las goticas milagrosas de José Gregorio Hernández", proclamó para Venezuela y el mundo. "Diez goticas debajo de la lengua, cada cuatro horas, y el milagro se hace. Es un poderoso antiviral, muy poderoso, que neutraliza el coronavirus”.
Neutraliza. Lo acaba. Maduro aseguró en esa alocución que el remedio del coronavirus fue creado por un grupo de venezolanos que aplicó estudios experimentales durante nueve meses en enfermos graves, incluso intubados, y que fue un experimento masivo que incluyó a “los pacientes que estaban en El Poliedro de Caracas, en el hospital de Coche”.
Luego de ese anuncio, con potencial de convertirlo tanto en héroe como en hazmerreír mundial, Maduro deslizó más misterio: “Creación de una mente brillante de Venezuela. Ya la conocerán en el futuro. Por ahora, los estamos protegiendo, a los científicos y al científico principal, protegiéndolo en su creatividad”.
De todo como en botica
Las “gotas milagrosas” fueron creadas por el Laboratorio Farmacológico de Venezuela (Labfarven). A pesar de su nombre, no se trata de un emprendimiento que haya evolucionado desde una botica local, una maquila de fórmulas farmacéuticas o un importador de medicamentos. Según se desprende de lo asentado en el Servicio Nacional Integrado de Administración Aduanera y Tributaria (Seniat), Labfarven fue antes una venta de repuestos, partes y accesorios de vehículos llamada Miami Customs & Accessories.
Para colmo, el equipo que se presenta como responsable de la investigación que llevó al descubrimiento tampoco es un dechado de credenciales científicas.
De los autores principales, uno, Raúl Antonio Ojeda Rondón, viene de ser presidente de la Comisión Nacional de Intelectuales y Diplomáticos de la recién clausurada Asamblea Nacional Constituyente -creada por el chavismo en 2017, más que para redactar una Constitución, como un doble oficialista del parlamento original, entonces controlado por la oposición- y de trabajar en la petrolera estatal Pdvsa; el otro, Jheam Frank Campos Alvarado, es un funcionario que ha trabajado con y para el Estado. Ambos figuran como socios accionistas y directivos de Labfarven y tienen raíces en el estado Anzoátegui, sobre la costa nororiental de Venezuela.
Aunque Maduro aseguró que, al dejar de mencionarlos en público, buscaba proteger a ambos de una amenaza que solo él parece conocer, Raúl Ojeda Rondón -el principal firmante de la investigación que, encuadernada como un librito amarillo, el mandatario exhibió durante su alocución- nunca hizo un esfuerzo semejante por mantener el bajo perfil. Por el contrario: su nombre aparece como autor del libro Estudio clínico en fase I y II: actividad antiviral e inmunomoduladora del compuesto Isothymol recombinado contra el agente SARS-CoV-2 en pacientes Covid-19, que desde septiembre pasado está a la venta en Amazon por cinco dólares. El volumen luce similar al que Maduro enarboló.
En la contraportada, junto a su foto, Ojeda Rondón incluyó un breve perfil autobiográfico. De su currículo dice que es Ingeniero Químico y "especialista en Planificación Estratégica y Táctica". También que cuenta con "una maestría en Caracterización y Explotación de Yacimientos". Agrega ser escritor, poeta y altruista. Aunque no es ni médico ni farmacéutico, forma parte del equipo de investigación y desarrollo de la empresa Laboratorio Farmacológico de Venezuela (Labfarven).
En las páginas internas Ojeda Rondón agrega otro dato. Se acredita junto a Campos Alvarado como integrantes de un supuesto Departamento de Investigación y Desarrollo de la Droguería J&R. De esta empresa casi no se encuentran rastros en la web. Para este reportaje no se pudo precisar su procedencia, más allá de ser venezolana, porque así lo señalan. Al menos se observa que el nombre de la droguería coincide con las iniciales del primer nombre de ambos, Jheam y Raúl.
Ojeda en La Carraca
En Internet pueden conseguirse un par de informes sobre el Carvativir en formato .pdf bajo la firma de la dupla de autores y producidos por ambas empresas, la Droguería J&R y Labfarven. Juntos, sumados a unos anexos y a la ficha técnica de las gotas, esos informes conforman la tripa del libro que puede obtenerse, solo en físico, por Amazon. No se trata de publicaciones contenidas en alguna revista o base de datos científica, sino de dos documentos que fueron colgados en la plataforma Scribd, una especie de biblioteca digital donde cualquiera puede alojar papeles.
Ambos están publicados desde septiembre de 2020, la misma fecha de publicación del libro en Amazon. Uno de ellos trata sobre las fases I y II de los ensayos clínicos en pacientes y otro es, en palabras de la comunidad científica, un “corta y pega” de información sobre el Isotimol, el principio activo del Carvativir, una molécula simple que se deriva de una sustancia natural presente en el aceite de tomillo, pero que puede ser elaborada en un laboratorio.
Y de nuevo: Ojeda Rondón no se distingue por ser reservado. Ya en septiembre de 2017 se presentó en el principal canal de televisión del Estado con la denuncia de ser, de acuerdo a sus palabras, el primer civil venezolano sancionado por la Oficina de Control de Activos Extranjeros (Ofac) del Departamento del Tesoro estadounidense, por sus vínculos con altos funcionarios políticos del gobierno de Nicolás Maduro.
Con cierta fanfarronería, aseguraba que para entonces había vendido, también por Amazon, 320.000 ejemplares de su libro La Cara Oculta de la Geopolítica Mundial, que se vendió "en 82 países" y estaba traducido "en cinco idiomas". Pero las medidas punitivas de Washington, se quejaba, le impedían cobrar sus regalías por esta plataforma, equivalentes, según sus cálculos, a seis dólares por ejemplar.
En la pantalla de televisión leyó una carta donde Amazon le comunicaba que los fondos permanecían congelados. “Si usted multiplica 320.000 por seis", remató Ojeda Rondón su intervención, "se dará cuenta de la cantidad que ellos congelaron, que a la final no la congelaron sino que se la robaron, porque ellos me han robado. Eso es un robo que ellos están haciendo para las negociaciones lícitas que yo tenía con ellos [Sic]”, dijo Ojeda, en su faceta de escritor y geoestratega que precedió a la actual de investigador científico.
Pese a ese reclamo, el antecedente no fue óbice para que en 2020 Ojeda Rondón ofreciera su librito amarillo otra vez por Amazon.
Hace un par de años trascendió en redes y medios digitales la información de que Ojeda Rondón fue detenido por presuntos actos de corrupción mientras ejercía el cargo de vicepresidente de la Corporación Venezolana de Petróleo (CVP), una filial de Pdvsa creada por el chavismo para controlar las contrataciones de la estatal petrolera .
Mientras ningún vocero del Gobierno habló públicamente sobre este tema, de nuevo fue el propio Ojeda Rondón quien en esa ocasión se ocupó de dejar registro de sus vicisitudes en el cautiverio. Lo hizo en cuatro libros con pretensiones líricas en los que refleja cómo se sintió "en una celda sobre Roca Tarpeya". La Roca Tarpeya es el sitio del suroeste de Caracas donde se ubica El Helicoide, un inconcluso centro comercial modernista de los años 50 que, luego de varios reciclajes, hoy sirve de sede a la policía política del chavismo, el Servicio Bolivariano de Inteligencia (Sebin). También de nuevo, los folletos de Ojeda Rondón están a la venta en Amazon desde el 16 de diciembre de 2018, año de su detención.
En uno de sus libros relata que el 16 de febrero de 2018 lo detuvieron porque “unas bestias sedientas de odio dejaron soltar los demonios de la envidia”. De esa experiencia surgió esa serie de cuatro libritos cuyos temas giran en torno a la justicia y la prisión.
En una frase de su segundo libro no se ahorra ninguna imagen:"La apacible libertad tiembla moribunda en la era de la tiranía que se fecunda en el poder enfermizo", escribió. Pero, contrario a la exuberancia del lenguaje en código que allí utiliza, en ningún lado revela de qué se le acusó ni a qué tiranos se refiere.
Además de sus apuntes sobre geopolítica mundial, que asegura alcanzaron la categoría de bestseller, en otras obras también escribió sobre la llamada guerra de V generación, donde, entre otras cosas, se refiere a la manipulación de información y guerras psicológicas, algo que, paradójicamente, pareciera ser lo que está ocurriendo con los informes sobre el Carvativir.
La revolución es una empresa
Raúl Antonio Ojeda Rondón comparte los derechos de autor, tanto en los informes divulgados como en el libro amarillo de venta en Amazon, con Jheam Frank Campos Alvarado, su socio en Labfarven. Pero ni la foto ni el currículo de este salen impresos, como sí los de Ojeda.
Campos Alvarado es un hombre de 42 años que se identifica en una red social como “empresario, luchador y fiel seguidor de nuestro eterno COMANDANTE”, así, en mayúsculas sostenidas. Ha sido tanto empleado público como contratista del Estado en áreas que no tienen nada que ver con la salud, la medicina o el método científico.
En el Sistema Nacional de Contrataciones, Campos Alvarado aparece vinculado a tres empresas con sede en Anzoátegui, donde también están ubicadas las oficinas del Labfarven. De hecho, la dirección de esta última es también la de otras dos de sus compañías: Calle 11, Colinas de Neverí, en Barcelona, la capital del estado.
Una de ellas es Constructora Eyeife, que, si bien tuvo una primera sede en Carrizal, estado Miranda, fue trasladada a Barcelona. Su área de especialización: fabricación y elaboración de láminas de fibrocemento, ejecución de obras de remodelación y construcción de todo tipo de viviendas, locales, centros comerciales, aceras, canchas y todo lo relacionado con el ramo. Campos Alvarado es el presidente de la compañía, que hoy sigue habilitada para contratar con el Estado, de acuerdo con los registros.
La misma Calle 11 de Colinas de Neverí quedó inscrita como sede de Astialba (Astilleros y Reconstrucciones del Alba), otra de las empresas vinculadas a este hombre de negocios, creada en 2017 para ofrecer servicios de saneamiento, recuperación, biorremediación, reconstrucciones de equipos, maquinarias y demás desechos de tipo lacustres, marítimos, vehiculares y aéreos. Aunque inició su inscripción ante el Registro Nacional de Contratistas, el trámite no culminó. Pero Campos Alvarado quedó allí identificado como uno de sus directores principales.
Sería con Servicios y Mantenimiento Conrapaca, encargada de ejecutar obras civiles, mecánicas, eléctricas, electromecánicas, de instrumentación, petroleras, químicas, agrícolas, entre otras, que Campos conseguiría decenas de contratos con Pdvsa y varias de sus filiales, incluida la CVP donde Ojeda Rondón estuvo como alto ejecutivo. Campos Alvarado llegó a estar en la directiva de Conrapaca al menos hasta 2013.
De ese mismo año se consiguen fotografías de Campos Alvarado en redes sociales. En ellas se le ve participando en el acto de cierre de la campaña electoral que, en abril, consagraría a Nicolás Maduro como sucesor de Hugo Chávez en la presidencia de la República. A Campos Alvarado se le identifica allí como uno de los directivos (director de finanzas, específicamente) de la Fundación Bancasa, ente que desarrollaba proyectos habitacionales junto con la gubernamental Gran Misión Vivienda Venezuela.
Pero antes de todo esto y de patentar las “gotas milagrosas”, incursionó en otro tipo de negocios. Fue el propietario de una discoteca en la turística isla de Margarita,que se llamó Ibiza. El local cerró sus puertas el 2 de septiembre de 2009 luego de un escándalo por el uso de estupefacientes en el recinto. Diez personas fueron detenidas, mientras que Campos Alvarado y su socia quedaron imputados por el tráfico ilícito de sustancias estupefacientes y psicotrópicas en la modalidad de ocultamiento en grado de cooperadores inmediatos, como puede leerse en un expediente judicial de febrero de 2010, del Tribunal Penal de Control del estado Nueva Esparta.
Ese mal trance en los negocios no lo limitó para seguir creciendo con la Constructora Eyeife y abrirse campo en Anzoátegui, donde, a juzgar por la información del Registro Nacional de Contratistas, le ha ido mejor.
'Recortaje' científico
Desde la pomposa presentación presidencial del Carvativir hace ocho días, la versión oficial persiste en otorgarle un rigor científico a unos informes que carecen de ello, tanto en la forma como en el fondo. Apenas son una colcha de retazos, provenientes de fuentes diversas.
Uno de los dos documentos publicados en Internet se refiere a la “eficacia antiviral y mecanismo de acción del compuesto Isotimol recombinado bajo la marca comercial denominada Carvativir, contra el agente SARS-CoV-2 causante de la enfermedad Covid 19”, redactado bajo la autoría de Labfarven.
Son 69 páginas que se pasean, primero, por los permisos que han otorgado tanto la agencia de Administración de Drogas y Alimentos de Estados Unidos (FDA, por sus siglas en inglés) como la Agencia Europea de Medicamentos (EMA, también por sus siglas en inglés) al Isotimol o Timol, permisos que no tenían vinculación con la Covid-19. Siguen luego con un repaso a las estructuras moleculares del virus, mecanismos de acción, efectos, gráficos y tablas de datos, y terminan con las propiedades antivirales, antibacterianas y antiinflamatorias, por citar algunas, de esta molécula. Nada de eso evita que el documento siembre dudas en la comunidad científica venezolana, que elude darle la categoría de un artículo científico, pues no aparece publicado en alguna revista reconocida ni arbitrada por pares.
La Asociación de investigadores del Instituto Venezolano de Investigaciones Científicas (Asoin-Ivic) y la Academia Venezolana de Medicina advirtieron en sendos comunicados que desconocen la existencia de estudios relacionados con el Carvativir, y recordaron la importancia de publicar este tipo de investigaciones, incluidas las pruebas clínicas rigurosas necesarias para demostrar la efectividad, en este caso, del Isotimol sobre la Covid-19. El protocolo de esas pruebas comprende hasta cuatro fases, de las que, en el caso del Carvativir, solo se conocen las dos primeras, y estas solo de manera informal por los documentos sueltos en Internet y el librito amarillo de Amazon.
De esa fuente dudosa, se desprende que las fases I y II fueron realizadas entre el 20 de mayo y el 20 de junio de 2020 en un centenar pacientes de cinco hospitales, pero sin precisar cuáles. Solo se puede inferir que uno de ellos es el Domingo Luciani de los Seguros Sociales en El Llanito, sector del este de Caracas: uno de los colaboradores listados aparece como representante de ese centro asistencial. Maduro, el día del anuncio, habló de El Poliedro de Caracas -un recinto en la capital venezolana para espectáculos masivos que se habilitó como centro de recepción de casos- y del cercano Hospital de Coche, pero no se sabe más.
En el documento tampoco se menciona en cuáles servicios o departamentos de los hospitales estudiaron los casos. En cambio, incluye una referencia que despierta la suspicacia: otro de los colaboradores es Yanuacelis Cruz, médico anatomopatólogo del Servicio Nacional de Medicina y Ciencias Forenses (Senamecf) de la Morgue de Bello Monte, en Caracas. El papel, sin embargo, no dice explícitamente que se haya trabajado con cadáveres o que alguno de los pacientes hubiera fallecido durante el estudio.
Otra duda se desprende de la descripción de los sujetos que habrían participado del ensayo: 50 pacientes estaban hospitalizados recibiendo oxígeno complementario, diez estaban intubados, recibiendo ventilación mecánica, y 40 eran asintomáticos. “¿Cómo pudieron darle gotas sublinguales a los pacientes intubados si estos suelen estar sedados, no pueden tragar y son tratados con medicamentos intravenosos?”, se pregunta, ante la ausencia de detalles, un médico especialista familiarizado con estos protocolos científicos, que solicitó mantener su nombre en reserva.
Al tratarse de información proveniente de laboratorios poco o nada conocidos (Labfarven y Droguería J&R), y de un supuesto estudio clínico cuyo reporte no precisa detalles sobre los hospitales y dependencias donde se realizó, de los comité de ética que lo avalaron, de las dosis diarias administradas, ni incluye -como todo informe serio- las citas de las referencias listadas al final, se completa el caso de una investigación escasamente confiable.
Un despacho de la oficialista Agencia Venezolana de Noticias (AVN) y una entrevista que Ojeda Rondón concedió al diario El Nacional de Caracas, días después del anuncio de Maduro, son las únicas referencias hechas públicas hasta ahora sobre las fases III y IV del presunto estudio. En ambas publicaciones se asegura que la fase III contó con la participación de 600 personas (la mitad habría recibido Isotimol y la otra un placebo) entre agosto y noviembre, que realizaron estudios en Turquía y hasta en la Clínica Mayo de Minnesota, en Estados Unidos, y que todo está listo para la producción masiva. “Esta es una investigación científica, no política. Se hicieron pruebas en Turquía, en Irán y en Estados Unidos”, dijo Ojeda Rondón a El Nacional.
Armando.info solicitó entrevistas formales con representantes de Labfarven y los autores de los estudios, pero no se obtuvo respuesta.
El efecto “neutralizador” del Isotimol sobre el Covid-19 está por verse. Días después del anuncio esperanzador, Maduro bajó un poco el tono y aseguró que el Carvativir sería un tratamiento complementario, probablemente como también han resultado otros productos naturales promocionados por el mandatario en sus alocuciones: por ejemplo, el Prevengho Vir, unas gotas homeopáticas provenientes de Cuba, el té de malojillo y el ozono. El registro sanitario otorgado a estas “gotas milagrosas”, de acuerdo con la agencia de noticias del Estado, es el P.N. (producto natural) 21-0068.
Representantes de la Organización Panamericana de la Salud (OPS), como en otras oportunidades, pero esta vez con énfasis en el anuncio reciente de las autoridades venezolanas, recomendaron días después, en una rueda de prensa del 27 de enero, apegarse a metodologías estrictas, evitar sesgos y publicar los hallazgos de los estudios clínicos. Aclararon que no validan nuevos tratamientos ni medicamentos para el Covid-19, sino que evalúan las evidencias que son publicadas en revistas científicas.
A la luz de lo conocido hasta ahora, el verdadero milagro de las gotas de Carvativir sería que el equipo que se atribuye la autoría de los estudios clínicos, y los informes sobre estos, pasen el filtro del método científico.