Especial: 20 canciones antológicas de Prince - Muzikalia
Con motivo del reciente libro publicado acerca del legendario genio Prince, titulado éste The Beautiful Ones y que nuestro compañero Luis Moner reseñó ya aquí en Muzikalia, abordamos ahora 20 de las más antológicas canciones del singularísimo, indomesticable y mega-creativo prodigio de Minneapolis; al cual le alcanzó el óbito en 2016, lamentablemente.
Dos de nuestros colaboradores como son el propio Luis Moner, además de Txus Iglesias, escogerán una veintena de piezas de un artista norteamericano cuyas hazañas resultan incontables como, por ejemplo, ganar infinidad de premios como 4 MTV, 7 Grammys o 7 Brit Awards, despachar 100 millones de álbumes o ser admitido en el extremadamente selecto Salón de la Fama del Rock and Roll, en 2004. Allá va un homenaje sobre este histórico intérprete.
PURPLE RAIN
Según cuenta en sus últimas memorias, o casi memorias The Beautiful Ones, Prince estaba muy ilusionado por emprender su faceta de actor y productor de cine. Le gustaba picotear en diferentes facetas del arte, ya le venía esta inquietud de niño cuando escuchaba a su padre tocar jazz en su casa, o cuando su madre le ponía discos de soul.
Debutar en el cine de la mano de Albert Magnoli fue, sin duda, un acto de narcisismo, pero también una forma de demostrarse a sí mismo de si estaba capacitado o no para el complicado arte de la interpretación. A decir verdad, la película fue un gran éxito en taquilla (hoy es de esas películas tipo guilty pleasure de “culto” al estilo de Showgirls de Paul Verhoeven, que la gente gusta de ver con una copilla de más) en 1984, y narraba una historia de rivalidad entre pandillas que tenían sus propios grupos musicales: Prince (“El Niño”) tenía a sus The Revolution, y Morris Day a los The Time. Realidad y ficción se funde en el celuloide. Demostró, valga decirlo, que para actor no servía.
La BSO es una Obra Maestra sin parangón alguno. Todos los temas son merecedores de estar en esta lista aunque, claro, “Purple Rain” y ese solo de guitarra final de Prince ya merece un artículo a parte.
En estos casi nueve minutos de canción se condensa la mejor música negra, y la más influyente, que se ha hecho en la historia de la música popular. “Purple Rain” es un himno generacional, la mejor canción de amor jamás cantada e interpretada. Es solemne y emocionante; es hercúlea y esculpida a hierro forjado. El cielo amenaza temporal. Calado hasta los huesos de lluvia dorada.
Luis Moner
BATDANCE
Esta especie de bailable e imprevisible funk-rock empírico que es “Batdance” (1989) no resultó una de las canciones ofrecidas por Prince al director Tim Burton para la película Batman y por lo tanto, no se utilizó para la propia filmación, aunque sí obtuvo, con total justicia, su hueco para la banda sonora. Dicho jugosísimo y sofisticado laberinto experimental se halla compuesto por diálogos extraídos de los personajes de dicho filme, distintos efectos y hasta 7 canciones entretejidas, sampleadas, distorsionadas, remezcladas y creadas todas ellas por el propio vocalista (algunos de esos mismos cortes eran inéditos). Esa incisiva guitarra que se retuerce o esa batería electrónica que desprende humo, ante las órdenes irresistibles de este camaleónico emperador musical, direccionan esta peculiar canción-collage para bien.
El púrpura es el color asociado a Prince y también es la tonalidad del traje del Joker, así que todo encajó en cuanto a la estética del complejo vídeo (nominado éste además a los premios MTV, a los Soul Train y a los Brit) que se rodó de la canción. Consecuentemente y junto a 15 bailarines/as ataviados adecuadamente para la ocasión, el “principesco” cantante aparece disfrazado parcialmente del enemigo, por excelencia, del hombre-murciélago, dejando la otra mitad de su caracterizado cuerpo para el propio alter-ego alado de Bruce Wayne. Dicho híbrido artístico se denominó “Géminis”, el cual es el signo del zodiaco del propio artista y también supone un simbolismo de la ambigüedad de su música, donde además toda la ambientación visual del clip intentó él adaptarla a los conceptos estéticos del propio cineasta Tim Burton.
A pesar de lo arriesgado, extraño y cambiante de esta jugada sónica, de casi 7 minutos, que es” Batdance”, la misma atrapó el primer puesto en varias listas de Estados Unidos, además de Noruega, Suiza, Nueva Zelanda y voló hasta el Nº2 en Inglaterra y Australia. También la valiosa e inetiquetable “danza murcielaguera” optó, incluso, a un Grammy como “Mejor Interpretación Vocal de Rythm and Blues”, aunque no lo ganó.
Txus Iglesias
JUNGLE LOVE
Dentro de esa mina de oro que es Originals (Warner, 2019) en la que se dieron a conocer joyas que Prince tenía en sus cajones dentro de su mansión de Paisley Park, esta “Jungle Love” sobresale por ser un pedazo de funk infeccioso y sexy.
Editada originalmente por The Time en su tercer álbum Ice Cream Castle, el yo-me-lo-guiso-yo-me-lo-como funciona de nuevo, y sabe seducir, junto a sus compinches Morris Day y Jesse Johnson, con letras que eran (y son) pura testosterona de cariz mutante:
“I want to take you to my cageLock you up and hide the keyYou are only getting part of pigCause if you’re hungryTake a bite of me”
Estampas lúbricas a ritmo de baterías programadas, líneas de bajo zumbonas, y guitarras que tienen a Sly Stone en un altar para el resto de nuestras vidas. Puro vicio. Sonido Minneapolis en su esencia más pura.
Luis Moner
PARTYMAN
Año 1989. Oficinas de la Warner Bros. El productor Jon Peters y los directivos de dicha multinacional deseaban que la banda sonora de la película Batman fuera un trabajo a medias entre los estelares Michael Jackson y Prince, aunque esta atractiva idea, finalmente, no cuajó. El director de dicho film Tim Burton y el actor Jack Nicholson (el cual efectuó el papel de Joker en la propia cinta) son muy seguidores del propio Prince y estaban utilizando las canciones “1999” y “Baby I’m Star” del propio artista como fondo del montaje de algunas escenas, así que la compañía Warner insistió a Burton para que Prince aportara, al menos una canción nueva más, finalmente.
De tal modo, cuando el mismo cantante (adepto también éste de la serie de los años 60 del propio Batman) fue invitado a visionar un pase privado de parte del film, percibió que no una sino hasta ocho inéditas composiciones suyas podían acoplarse en el comentado metraje; algo aceptado con entusiasmo por Warner Bros. Contradictoria e inesperadamente, cuatro de esos temas acabaron descartados por el propio Tim Burton que no veía como podía incluir en su celuloide tantos sones pop-rock y prefería las piezas ambientales del compositor Danny Elfman. Aún así, después el propio cineasta le pidió al “príncipe” dos tonadas adicionales, las cuales resultaron ser “Trust” y “Partyman”, resultando ésta última vital para una secuencia de la película cuando el Joker y sus compinches destrozan el museo de Gotham City y se encuentran, acto seguido, con la protagonista Vicky Vale (encarnada ésta por la actriz Kim Basinger, la cual por cierto tuvo una torrencial relación amorosa con el propio Prince, por aquellos años de filmación del mencionado metraje).
La idea originaria de componer este memorable y habilísimo funk-pop sobre un “hombre fiestero” le vino a Prince cuando conoció, en persona, al propio actor Jack Nicholson, el cual se le acercó, se sentó en una silla y puso el pie encima de una mesa de manera desinhibida. Esto mismo fue un detalle que le recordó, a nuestro vocalista, a como se comportaba el cantante y actor Morris Day, el cual había sido compañero y colaborador suyo desde la escuela de secundaria, en Minneapolis y con el grupo paralelo The Time, entre otras muchas historias juntos. En el jaranero video-clip de “Partyman”, el siempre estrafalario artista aparece vestido casi totalmente de Joker (aunque también posee algo del ambiguo “Géminis”) y se presenta, en sociedad, como un nuevo rey de la ciudad, mientras le respalda su banda The New Power Generation.
Txus Iglesias
DARLING NIKKI
Nikki es poderosa. Nikki invita a su castillo al macho alfa de Prince. Un espacio para dejar fluir la mente y los deseos más irrefrenables:
“She took me to her castle and I just couldn’t believe my eyes,She had so many devices everything that money could buy,She said “sign your name on the dotted line.” The lights went out and Nikki started to grind”
El de Minneapolis tenía muchas ilusiones puestas en la película Purple Rain, y acabó con un saldo positivo en cuanto a que se alzó como un astuto hombre de negocios. Fiasco absoluto de crítica, pero para el recuerdo quedará una banda sonora imprescindible. En este tema Prince tuvo que obligar a su multinacional a poner aquello de “Parental Advisory” porque su boquita de piñón soltaba perlas bien lubricadas, y se nos narra una hermosa metáfora del amor libre y de la expiación de cualquier pecado (ese final con el sonido de la lluvia es premonitorio) a través de la música.
Sonidos de rock afilado llevados en volandas por la voz de un Prince siempre a punto de desmadrarse. Riffs de guitarra en su punto justo, y un maremoto de emociones controlado hasta que, al final, todo cae por un abismo que me recuerda a las asimetrías de Frank Zappa, pero también al huracán de James Brown. Nikki, la sacerdotisa del BIEN.
Luis Moner
CREAM
N º1 en las listas de Estados Unidos y nº2 en Australia, Polonia y Canadá, el compás contoneante y altamente seductor de “Cream” (1991) contiene una letra no tan explícitamente sexual como otros temas de Prince y sí más sugerida, algo que tal vez pudo resultar beneficioso para un mayor alcance comercial de la propia canción. De todos modos, según declaraciones de nuestro protagonista de hoy, este tema lo ideó él mientras se hallaba frente a un espejo, durante una calenturienta, “cremosa” y auto-complaciente situación inspiradora. Sin embargo y como contrapartida a este supuesto onanismo, en el inicio del video-clip equivalente, el cual se desarrolla en una concurrida estación de tren y en su cafetería, el propio cantante se zampa, sin dudarlo, la crema de los dedos que le ofrece, con generosidad, una de sus bonitas y distinguidas acompañantes. Es éste mismo un pasaje que transcurre antes de que todos y todas comiencen una sensual y elegante coreografía de baile y la guitarra gimotee de manera peculiar y aguda.
Por contra, otras interpretaciones de los oyentes desactivan los dobles sentidos más lujuriosos y afirman que el significado de los párrafos alude, únicamente, a una ostentación del narcisismo de la propia mega-estrella y a reclamar éste el retorno a la cima de las listas de éxitos (junto a su banda The New Power Generation). Este regreso a la creme de la creme fue algo que, efectivamente, consiguió con la propia “Cream”, como apuntamos antes, junto al correspondiente LP Diamonds and Pearls (1991) y después del descalabro, de crítica y público, de la película Graffiti Bridge (1990). Y es que Prince siempre resurgía, una y otra vez, como hacen los artistas más supremos.
Txus Iglesias
CINNNAMON GIRL
Quería recuperar este gran tema de un disco que, para muchos es un fiasco (otro más) en la trayectoria de Prince, pero que para un servidor le sigue pareciendo uno de los mejores discos de su último periodo. Musicology es un trabajo completísimo rebosante de canciones de trazo esbelto, sin demasiadas complicaciones, y que cautiva precisamente por eso, por hacer que lo “sencillo” sume, nunca reste.
A pesar de su escaso interés por gran parte de los fans del artista, este álbum consiguió encaramarse a los charts de los discos más vendidos en EEUU, Inglaterra, o Alemania. Prince siempre tuvo el hándicap de generar expectación alrededor de su figura (muchas veces infundadas, ya sabemos cómo funciona esto del bizness), y siempre se esperaba de él grandes obras, y en Musicology hallamos a un creador que deja a un lado su faceta de provocador y de revolucionario para entregar un pentagrama que engatusa sin alzar la bandera púrpura. Neil Young también titulo así uno de sus mejores temas. El canela es el color de los sueños, y de los saxos plateados.
Luis Moner
LET’S GO CRAZY
Durante la apasionada introducción de esta canción, Prince adopta el estilo de un orador religioso y el órgano de Iglesia le secunda en su moralizante discurso acerca de disfrutar de esta vida y sobre la felicidad en la siguiente. Aunque dicho prólogo, quizás se presenta como ligeramente estirado en la duración de su versión de estudio, lo cierto es que cuando luego mete su sexta marcha guitarrera y entra su embalado y emocionante ritmo rock-funk sobre, tal vez, el “carpe diem”, “Let’s go crazy” (“Vamos a volvernos locos”, incluida en el LP Purple Rain, de 1984) se alza como una de las crestas compositivas de la carrera de este imperecedero genio. Incluso sus “revolucionarios” músicos, Brown Mark, Matt Fink o Bobby Z., quedaron gratamente atónitos ante las inesperadas e indetenibles sendas creativas que tomó su líder, con esta pieza.
Así pues, puesto más alto en todos los “charts” de Estados Unidos (y nº2 en Canada) para esta cautivadora y ajetreada chifladura del príncipe del rock and roll. Curiosamente, el grupo Incubus grabó una versión en 2009 y Bruno Mars también la cantó durante los Premios Grammy de 2017, dónde incluso éste se vistió como el mismísimo Prince, en dicha gala. También el equipo de hockey hielo de Minneapolis, por votación popular de sus aficionados, homenajea a su afamado paisano desde que se nos fue, poniendo en la megafonía esta canción cada vez que dicha escuadra deportiva marca un gol como local.
Txus Iglesias
5 WOMEN
El último disco que grabara Prince con la multinacional Warner este fechado en 1999, y recuerdo que no paraba de escucharlo porque me abrió un abanico muy amplio de estilos. Del funk jazzístico de la inagural “The Rest Of My Life”, a los sonidos heredados de su querido Santana en “When The Lights Go Down” son sólo una muestra de un disco volcánico que se encuentra entre los más tapados de su discografía, quizás también porque Prince no hizo ni el menor esfuerzo por promocionarlo.
Quizás el tema más redondo sea “5 Women”, un blues orquestado con todo lujo de detalles. Los arreglos de viento, la guitarra del bardo pespunteando la base rítmica, y un piano que aporta suficiente fibra a un tema de aquellos que en su modestia resucita el espíritu de Stevie Wonder o Muddy Waters.
Luis Moner
ALPHABET STREET
Brotan, como siempre, las especulaciones sobre los significados de sus canciones y, en concreto, el travieso funk hip-hopero de “Alphabet Street”(1988) quizás, podría referirse a los letreros de los cruces de la autopista que conducen a la ciudad natal del artista, es decir, Minneapolis, ya que dichos indicadores de los desvíos tienen nombres de letras del abecedario o también a las iniciales de nombres de calles que Prince Rogers Nelson empleaba, con inocencia, desde que era niño. Sin embargo, conociendo al Prince adulto no parecen la teorías más probables o al menos, las principales. La hipótesis con más posibilidades parece indicar hacia intenciones de sexo oral, por parte del protagonista, en una primera cita con una mujer y a alusiones sobre el llamado “punto G”, aunque expresado siempre con tono indirecto y pícaro por parte del crack de Minnesota. En consecuencia y por ejemplo, cuando en su frase final de la versión de estudio (no así en la del video-clip) el vocalista susurra “A-B-C-D-E-F-H-I, I love you”, se salta, astuta e intencionadamente, el comentado séptimo signo del alfabeto
De modo curiosísimo y añadiendo aún más orígenes de la interpretación del corte, Prince podría haberse inspirado en el comediante americano Sam Kinison, el cual de modo muy excéntrico, trazaba las letras del alfabeto, con su boca, cuando practicaba el “cunnilingus” a su amante (un ejemplo de ésto es la palabra Tennessee, la cual aparece precisamente en los propios párrafos de “Alphabet Street”). Por contra, durante el supuestamente ficticio texto de esta tonada, del año 1988, la chica no se halló muy por la labor de llevar a cabo el “letrístico” erotismo comentado.
Aunque George Michael o Morrissey estaban ya atesorando incluso más éxito que Prince en aquel 1988 (eso no impidió un nº1 de “Alphabet St.” en las listas de Nueva Zelanda y Noruega), esta bailable canción nunca fue olvidada y sí tributada. Por ejemplo y a su propio estilo “shoegazing”, The Jesus and Mary Chain versioneó el tema, en 1994 y también la adaptó, de modo bastante experimental, Sufjan Stevens, en 2012.
Txus Iglesias
SEX IN THE SUMMER
Menudo follón tuvo el Warnergate, ¡para no recordarlo! Prince se tatuaba en la cara lo de Freedom en aras de conseguir la libertad contractual para controlar su carrera y de paso mostrarse como un trapero de pico fino. Litigio tras litigio al final consiguió lo que ansiaba. Después le mandaba un regalito a Warner: una portada con los puños despojados de las cadenas que le unían al gigante del entretenimiento. No sólo eso, también por aquel año (1996) Prince se sentía feliz al empezar una relación con Mayte García, la que se acabaría convirtiendo en su esposa.
Doble disco, desmesurado, explosivo, y aburrido en muchos tramos. Sabemos que el autor de “Purple Rain” tenía una mente inquieta hasta casi caer en lo enfermizo y pasa factura. Esta “Sex In The Summer” es una hedonista recreación de su pasado visto por un hombre que desde, su ansiado enclaustramiento en su fortaleza de cristal, nos ve a todos diminutos:
“Sex in the summer, gettin’ it onGimme that number, we can party all night longCheckin’ for bikinis, layin’ in the sandRub it like a genie, livin’ while we can
Funky resultón con recuerdos a su infancia, a Mahalia Jackson, y al libre albedrío en cuestiones de sexo. Right on!
Luis Moner
KISS
Y una vez más, ahora con “Kiss”, una canción de Prince salió como un tiro hacia el nº1 de las listas en Estados Unidos y también en Australia, también cazando un nº6 en Reino Unido. La enésima controversia de su carrera nació cuando el músico estaba registrando su disco Parade, en 1986, y su bajista Brown Mark le pidió a su jefe una canción para su propia banda paralela llamada Mazarati. Éstos les imprimieron una eléctrica textura funky a aquella breve y sencilla maqueta de blues acústico, la cual les había compuesto el astro. Éste se apercibió entonces de que la transformada versión de la Mark Band era un “hit” potencial, así que la recuperó, la readaptó y la retocó, de nuevo, para su repertorio solista. Según palabras de un contrariado Brown Mark, él mismo fue apartado entonces de ser músico de Prince, ya que éste además no le pagó los beneficios de co-escritura ni le asignó los créditos que le había prometido a su subordinado por dicho tema titulado “Kiss”. Sin embargo, dicho encargado de las cuatro cuerdas, en general, guarda un buen recuerdo de su militancia a las órdenes del glamuroso tornado de Minessota, con The Revolution.
El “besucón” tema recibió un Grammy por “Mejor Interpretación Vocal de Rythm and Blues”, de 1986 y es que fueron decisivos para ello el inolvidable falsete de la garganta de Prince y ese riff de guitarra tan alegremente “jangle”. La letra nos viene a contar que para conquistar a este intérprete, una mujer no debe ser ni rica, ni poderosa, ni agresiva, ni muy guapa: únicamente con estar disponible para él y con que le dé un beso ya es bastante.
Por supuesto, hallamos la célebre y arrolladora versión, de 1988, del titánico Tom Jones (junto a Art of Noise) y aunque el “Tigre de Gales” no la hizo pasar del nº31 en Estados Unidos, sí que la encaramó hasta el nº5 en Gran Bretaña. La banda británica Maroon 5 también se marcó, en 2013, un “cover” de “Kiss”, esta vez ante la indignación posterior del mismísimo Prince, el cual no observó ningún aporte adicional y significativo a su creación original del año 86.
Txus Iglesias
THE MORNING PAPERS
Tengo especial debilidad cuando Prince se pone efusivo, tirando a mesiánico en plan guitar hero más un plus de amante ideal fanfarrón. No me digan el por qué, pero el tiempo me ha hecho tener en gran estima esta faceta.
Este temazo estaba incluido en el excelente “Love Symbol” (1992), un trabajo que no sobra nada de nada. En esta tonada desnuda su corazón (y su torso velludo en el videoclip) para dedicarle una frondosa canción de amor a su amada (Mayte García, posiblemente su gran amor) con un lirismo, sí, tendente a su incontinencia verbal en el que toda imagen vale (estrellas, universo, un beso, y hasta el recuerdo del último orgasmo). Canción que empieza confesional al piano, y acaba en un carrusel de vientos, riffs encendidos, y un artista en perfecta sintonía con sus prodigiosos The New Power Generation.
Luis Moner
PEACH
En el deslizante, sugestivo y filtrado blues de 12 compases (y con bastante rock) “Peach” (1993), Prince canta sobre una despampanante mujer, la cual es capaz de hacer temblar a absolutamente cualquier hombre y de como dicha fémina se halla fuera de su alcance. Los sensuales gemidos, llamémosle corales, los cuales refuerzan dicha canción, pertenecen a la actriz Kim Basinger, aunque a ésta no se la acreditara oficialmente como colaboradora, ya que su artísticamente “excitado” aporte estaba extraído del extenso maxi-single The Scandalous Sex Suite (una derivación del tema “Scandalous”, de la banda sonora de Batman). Sumado a ello, los otros “background vocals” (“uh-uh”), esta vez más azucarados y sensibles de “Peach” (para equilibrar las cosas, vaya) son pronunciados por Mayte García, novia del “monarca”, por entonces. Relacionado con toda esta doble vertiente, el término “melocotón” puede tener connotaciones de piropo hacia una preciosa mujer pero también podrían estar referidos a los genitales de la misma, así que Prince jugó con esos argots urbanos como un pillastre.
Parece que el asunto, grabado como excepción en Londres, contiene esta vez la letra “P” adrede, ya que esta melodía forma parte de una terna compuesta también por sus otros temas, de esa misma época, “Pope” y “Pink Cashmere”. Aunque la propia “Peach” es un tema que fue intercalado, por vez primera, en la recopilación Hits 2 del crack estadounidense, esta misma pieza se convirtió en prioritaria (y también en muy agreste) para los espectáculos en directo de nuestro versátil showman. En aquella franja temporal de 1993, por cierto, arrancó la agria y cruenta contienda entre Prince y su discográfica Warner Bros, lo cual desembocó, al poco tiempo, en el inconformista y enigmático símbolo que utilizó después el propio maestro para auto-redefinirse, entre otros mensajes de protesta suyos.
Txus Iglesias
GETT OFF
Para un servidor la década de los noventa dejó para la memoria el fantástico Diamonds And Pearls (1991), un trabajo repleto de canciones que se cuentan como uno de sus proyectos más nutritivos tras merendarse a todos sus competidores en los ochenta.
“Gett Off” es un pelotazo en toda regla. Ya desde el inicio con ese grito de guerra nos pone sobre aviso del ciclón que se nos viene encima. Esto es un aquelarre de ritmo, con Prince rapeando sobre una colcha de percusiones (casi) industriales, una flauta que nos sorprende apareciendo de la nada, un riff fibroso de guitarra marca de la casa, interpelaciones femeninas, más gritos, mucho Sly Stone sin dopamina, mucha erupción volcánica de nuestro Santo Grial llamado James Brown. Un hit en toda regla que supuso un éxito comercial y que contribuyó a que infinidad de versiones en plan mix surgieran como setas.
Luis Moner
I WANNA BE YOUR LOVER
Este pegadizo y espontáneo corte neo-funky y dance, de 1979, es típico de su tiempo, es decir, que se sumó a los coletazos de la fiebre discotequera norteamericana de por entonces pero ya comenzando a pasar el asunto por el cedazo tan particular de un floreciente astro multi-instrumentista, bautizado como Prince (incluido su celebérrimo falsete vocal): algo que le ha convertido siempre en tan gigantesco y especial, musicalmente hablando. Supuestamente, “I wanna be your lover” (“Quiero ser tu amante”) podría revelarse como una sincera y humilde, aunque también explosiva, declaración amorosa del vocalista hacia la teclista, cantante y compositora Patrice Rushen, la cual colaboró en el álbum debutante For You (1978). Sin embargo, ella rechazó la pasional proposición de aquel joven y atrevido pretendiente e incluso cuando él le ofreció esta misma canción para el repertorio de la propia Patrice, la negativa fue idéntica.
Aunque en las listas oficiales Billboard de U.S.A. el “amatorio” single no pasó del onceavo puesto, sí que conquistó el nº1 en los rankings más específicos de Rythm and Blues y con un puesto nº2 en los “charts” de Discoteca (la compañía Warner Bros., obtuvo así la primera y total repercusión que tanto anhelaba con respecto a Prince) pero con Inglaterra y el resto de Europa aún resistiéndosele.
Txus Iglesias
THE QUESTION OF U
La faceta bluesera de este hombre te atrapa los sentidos. Si no lo creen paladeen este pentagrama en su justo punto de cocción, porque sin llegar a empalagar se halla a medio camino entre el blues y el soul, y con el fraseo de guitarra de Prince que, aunque hubo un tiempo en que llegué a estar harto, acabo siempre sucumbiendo a sus infinitos matices.
El de Minneapolis se lanza de nuevo a la aventura fílmica con Graffitti Bridge, y esta vez se otorga el protagonismo absoluto, el es el puto amo del corral: productor, arreglista de la música, dirección, y papel principal. Lo menos es más no era su catecismo. La crítica se encargó de ponerlo en su sitio recibiendo terribles críticas ante tamaño desaguisado, en el que también participaron George Clinton, Ingrid Chavez, Tevin Cambell, y un largo elenco más.
La banda sonora es otro disco doble que contiene suficientes razones para seguir confiando en su genio. Mi favorita del lote es “The Question Of U” por sus preciosas armonías, y por versos en los que plantea, de nuevo, sus cuitas amatorias:
“All of the questions in my life will be answeredWhen I decide which road to chooseWhat is the answer to the question of you?You”
Luis Moner
SIGN O’ THE TIMES
Este inquietante, escurridizo y, al unísono, intemporal y magistral funk-blues – pasado este género por el muy distintivo tamiz del artista, a través de un sintetizador Fairlight -, supone además el tema titular de su discazo doble de 1987. Y es que “Sign o’ the times” ( Es el “signo de los tiempos”) muestra la mirada pesimista de Prince hacia la mundanal esfera, basándose en historias y noticias que él escuchaba en los medios sobre drogodependientes que se desplomaban por el SIDA, imberbes pandilleros asesinando con metralletas, huracanes devastadores, madres cometiendo atrocidades debido a pobreza extrema o la amenaza de la “Guerra Fría”. Sin embargo, todos estos hechos no provocaron que decayera el interés popular en explosiones de cohetes espaciales como el Challenger y la exploración estelar, a pesar de que acontecieran los citados problemas de más gravedad en el Estados Unidos de mediados de los años 80; siempre según los críticos y cínicos versos del vocalista minneapolitano. También parece sugerirse una esperanza para las generaciones futuras en la zona postrera de esta narración sociológica, no muy habitual ésta en el músico hasta entonces.
Fue en domingo, en un día de reflexión y de asistir a la parroquia, cuando al compositor se le ocurrió “Sign of the times” debido a una revista llamada como luego lo fue también la propia canción y publicado, dicho “fanzine”, por los Adventistas del Séptimo Día. Una religión ésta que adoctrina a sus fieles sobre el regreso de Jesucristo y a portar una vida dichosa mientras ésto sucede. La canción aterrizó en el nº3 en la lista oficial Billboard y viajó al nº1 en las de Rythm and Blues, todo ello en Estados Unidos. Por su parte, la compañía Warner Bros. prefirió promocionar una actuación en directo de “Sign o’ the times”, en vez del minimalista video-clip en que aparece estilizada la letra de la melodía. Detalles como éste, de 1987, ya fueron alimentando las tiranteces entre el guerrillero Prince y su todopoderosa discográfica.
Artistas tan sumamente diversos como, nada menos que, Simple Minds, Heaven 17, Nina Simone, Chaka Khan o Muse versionearon, entre otros muchos, este excepcional ónix sonoro, original el mismo de uno de los más deslumbrantes solistas que marcaron el signo de los tiempos musicales y de manera positiva además.
Txus Iglesias
THE CROSS
¿Qué decir ya que no se haya escrito del Sign ‘O’ The Times? Para muchos el mejor disco de Prince, y sin discusión alguna, uno de los álbumes más icónicos del pop. A sus 28 años, venía de ofrecer otra obra mayor, 1999, y de llenar estadios allá por donde pasaba. Era una estrella. Lo había conseguido.
De la mano de su ingeniera de sonido Susan Rogers, grabaron este maravilloso doble disco en diferentes estudios, tanto en Minneapolis como Los Angeles y Paris. Nos enfrentamos s su cancionero más variado hasta la fecha: baladas henchidas en pasión, funk juguetón, espartanos homenajes a Sly & The Family Stone, al rap con producción a lo Run- DMC, y hasta alocados homenajes a Mr. Dynamite con sintetizadores y bajos pregrabados creando un escenario multicapa alucinante. Este tipo estaba era un visionario.
“The Cross” empieza como si fuera una suerte de canto devocional, con un sutil y templado rasgueo de guitarra, mientras un sitar va colando alguna nota para apuntalar las bases maestras. Después, una batería marcial avisa de que un torbellino eléctrico se avecina. El fuzz va anegando en electricidad todos los rincones de esta trama religioso-sexual-fetichista que es, para quien esto suscribe, una de las mejores gemas de este talento ingobernable.
Luis Moner
RASPBERRY BERET
Es ésta la crónica de un perezoso empleado de un “Todo a 100” que se halla peleado con su jefe, cuando entonces penetra en el establecimiento una moderna chica muy “beatnik” y que viste una “raspberry beret” (“boina de color frambuesa”) en la cabeza, de tal modo que el propio currante se queda totalmente embelesado de dicha dama. La inspiración pudo encontrarla, quizás, el artista en una novela lírica titulada Eugene Oneguin (1825), del autor ruso Alexander Pushkin, donde aparece una mujer que gasta esta misma prenda de tonalidad carmesí oscuro y que impresiona profundamente al casanova protagonista, Eugene. Éste le pregunta, precisamente a un familiar suyo, un Príncipe y General (de nombre N.) a ver quien es ella, ante lo cual el propio soberano responde que se trata su distinguida esposa y princesa, Tatiana.
Nos hallamos ante un festivo himno pop-funky-new wave, con muy pomposos y celestiales violines y violoncellos, el cual es representativo del denominado “Minneapolis Sound” (que es casi como decir el “Sonido Prince”) y dónde el intérprete nacido en esa misma urbe ya lo tenía escrito desde 1982, aunque no lo grabó hasta 1985, junto a su banda, The Revolution, para el álbum Around the world in a day. Dicho single “frambuesero”, de arcoirisado video-clip, alcanzó el nº2 en la lista oficial estadounidense y parece que, curiosamente, comenzó a convencer y encandilar a cierto sector del gran público, el cual hasta entonces había dado la espalda a Prince y le había considerado poco menos que como un degenerado.
Sin embargo y de manera hermética, durante el texto de “Raspberry Beret”, ¿aparca aquí Prince el erotismo más puro y duro y se dirige hacia terrenos más románticos?
¡Pues puede que incluso tampoco sea así esta vez!, ya que los descifradores, con mentes más ardientes, sugieren la pérdida de la virginidad en un granero y el título de la canción podría apuntar a otra parte más baja y roja-violácea del cuerpo que no se refiere a la testa y ni a la citada boina puesta en el cráneo, precisamente (se admiten apuestas sobre la concreta zona erógena sugerida en la canción). Se ha especulado además que la historia realmente podría referirse, incluso, a una eliminada escena de sexo de la película Purple Rain (1984), con la actriz y cantante Apollonia Kotero implicada en el fogoso encuentro dentro del almacén de paja comentado. Prince, en el fondo, nunca mutó de piel durante los años 80 y primeros 90, cuando se trataba de ciertas temáticas…
Txus Iglesias